El mundo del vino se ha sofisticado mucho desde que se guardaba, durante la época de la antigua Roma, hace más de 2.000 años, en barriles para un consumo bastante inmediato. En la actualidad, la industria del vino y el cava, mueve pasiones y está altamente especializada. Profesionales del sector y narices inquietas se mueven y entremezclan en un mundo en el que cada vez más se difuminan las fronteras. Será por ello muy útil que sepas diferenciar entre lo que significa un enólogo, un enófilo y un sommelier. Tu interlocutor te lo agradecerá e incluso puede ser una ocasión perfecta para dejar a los demás con la boca abierta.
Sommelier
De los tres conceptos es el más conocido y el que tiene mayor historia. Proveniente del francés, en España puede emplear también a través del vocablo sumiller. Desde el siglo XIII, el sommelier era el encargado de transportar y guardar provisiones de la corte durante sus viajes. Esta figura estaba especializada en diferentes alimentos: pan, frutas, carnes y bebidas. Sus funciones primarias se fueron ampliando, en el ámbito de la ingesta de líquidos, a servir el vino al Rey o incluso hacer las veces de catador para evitar el envenenamiento de los monarcas y sus sucesores.
No fue hasta principios del siglo XIX que el concepto cristalizó en el profesional especializado encargado de las bebidas en los restaurantes. Sus funciones principales son:
Gestionar la bodega del establecimiento y encargarse de su óptimo almacenamiento y conservación.
Crear la carta de vinos y establecer la política de precios.
Ofrecer el maridaje perfecto con cada plato a degustar por los comensales.
Presentar y servir la botella de forma óptima.
Sin ningún tipo de dudas, es la figura que entiende más de vinos y que, con sus recomendaciones, permitirá que la explosión de sensaciones organolépticas se multipliquen al escoger la opción más adecuada. El crítico profesional que hará que tu paladar alcance cotas muy, muy altas.
Enólogo
Estamos delante del profesional encargado de la producción de los vinos; un técnico especialista en viticultura. Entre sus atribuciones se engloban:
Actividades, métodos y técnicas para de cultivo de la vid y elaboración de vinos.
Análisis de los productos elaborados.
Gestión del almacenaje y conservación de las botellas en la bodega, previamente a su distribución.
Teniendo muy presente la legislación vigente, el enólogo supervisa las plantaciones, escoge la variedad de uva a emplear, gestiona la maquinaria, coordina los períodos de riego, momento idóneo para recolectar la uva, hace seguimiento de la conservación y embotellado del caldo… Un sinfín de tareas -a caballo entre la química y la biología- que hacen que de él dependa gran parte del éxito en el proceso de elaboración. Cada bodega tiene trabajadores enfocados en diferentes áreas, pero la figura del enólogo destaca por encima de todas ellas. Se erige como responsable de un gran equipo que trabaja desde la cosecha de la uva hasta la obtención del producto final embotellado.
Enófilo
Salimos del mundo profesional para adentrarnos en el ámbito de las aficiones. Este término se acuña para definir a los amantes del vino (y que le tienen una alta estima). Una pasión que les lleva a estar informados de todas las novedades concernientes al mundo del vino: bodegas poco conocidas que están irrumpiendo en el mercado, variedades de uva de lo más exóticas, participa en cursos de formación para ampliar su saber, conoce las más innovadoras técnicas, utensilios y accesorios para sacar el mejor partido de cada botella, etc.
Se trata de un individuo que transmite de forma vehemente sus conocimientos y que disfruta de cualquier ocasión para sumergirse en la realidad de vinos y cavas.
Ya nunca más confundirás estos tres conceptos que, a modo de trenza, te atraparán en el mundo del vino. Más allá de si estás ante un sommelier, un enólogo o un enófilo, sentirás de forma apasionada la cultura de nuestro país a través de sus viñedos.